Más allá de la crisis: producción de bienestar a través del crecimiento social
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Abstract
Mercados mal regulados han creado enormes desequilibrios en y entre los países, que han sido enmascarados por un volumen cada vez mayor de la deuda. Aunque la deuda es necesaria para el crecimiento, los mercados financieros son una fuente inestable y volátil de la misma, y se han canalizado fondos en inversiones que no mejoran el bienestar de la gente. La creciente desigualdad ha socavado la demanda y se desaceleró el crecimiento de la productividad. Pero el bienestar real abarca no solo el crecimiento, sino también la preservación de los bienes comunes y la provisión de bienes y servicios públicos. También se verá reforzado por la redistribución de los recursos y los ingresos. Las sociedades no pueden depender de los mercados para estas tareas, sino que tienen que aplicar las políticas públicas y las instituciones. El concepto de «crecimiento social» ha sido desarrollado como una respuesta a este reto. Supone una expansión simultánea de la oferta y la demanda, en particular de los servicios sociales que mejoren el bienestar de toda la población. Implica hacer frente a los desafíos del cambio demográfico. Su objetivo no es la maximización de la riqueza financiera de dudoso valor, sino el desarrollo del capital humano. Por el lado de la oferta, el crecimiento social ofrece oportunidades de trabajo digno para muchos desempleados o personas que laboran en el sector informal o del hogar, con frecuencia mujeres. La productividad se incrementa cuando la gente se mueve en el sector formal, obtiene la cualificación y la formación necesarias, y empieza a usar más capital, tanto humano como físico. Por el lado de la demanda, el crecimiento social exige salarios dignos que permitan a los empleados el poder adquisitivo para incentivar el aumento de la producción. La productividad y los ingresos deben aumentar juntos con el fin de evitar una falta de demanda y el paro posterior. Los salarios deberían incrementarse a la tasa de crecimiento de la productividad media de la economía en su conjunto, más la tasa objetivo de inflación, con el fin de limitar la desigualdad y sostener el crecimiento. El crecimiento social, a escala europea y mundial, requiere una gobernanza supranacional más fuerte y mejor de los mercados financieros mediante una mayor regulación y supervisión de los mercados laborales y con estándares apropiados. No solo los países con déficit sino también aquellos con superávit tienen que ajustar sus economías. Coordinadas las políticas económicas, deben proteger a los Estados contra los mercados mediante la prevención de la competencia fiscal y la carrera hacia la baja a costa de los trabajadores y la naturaleza.