Tema central

Instrumentalización ideológica del mito en la escritura de la amenaza: del Fénix al Águila Calva en prospectiva1

Ideological instrumentation of the myth in the writing of the threat: from the Phoenix to the Bald Eagle in prospective

María Fernanda Noboa González

Decana del Centro de Prospectiva Estratégica del Instituto de Altos Estudios Nacionales, Ecuador

Correo electrónico: maria.noboa@iaen.edu.ec

Recibido: 18-enero-2019. Aceptado: 18-marzo-2019.

Resumen

Es aún limitada la producción de literatura regional en torno a las perspectivas teórico-metodológicas de inteligencia crítica y particularmente de los dispositivos para la escritura de las amenazas a la seguridad de los Estados y otros actores, así como de sus implicaciones. De hecho, en la región no se ha trabajado en torno a las prácticas semiótico-discursivas que develen la ideologización mítica de las amenazas a la seguridad. Así, este trabajo, desde una metodología centrada en la reflexión crítica semiótico-prospectiva, se orienta a la comprensión de los sentidos de la amenaza que derivaron de la denominación de Fénix en las operaciones militares cumplidas en Vietnam en 1968-1972, El Salvador en 1981-1992 y Colombia en 2008. La línea teórica cruza las reflexiones de Ken Booth con algunos elementos propuestos por la semiótica de la cultura de Yuri Lotman. Los hallazgos muestran la instrumentación ideológica del mito del ave fénix como estrategia discursiva para la legitimación del empleo de medios militares e inteligencia en dichas operaciones contrainsurgentes. Se concluye en la necesidad de construir modalidades analíticas flexibles y adaptables, con una clara orientación prospectiva, para develar la materialidad ideológica y mítica de las operaciones militares y sus implicaciones para el largo plazo, reconociendo que, al incursionar en un ámbito analítico floreciente, quedarán algunos elementos por ser profundizados.

Palabras claves: simbolismo, conocimiento experto, acciones militares, ideología, prospectiva, Fénix, Águila Calva.

Abstract

Regional literature production on theoretical and methodological critical intelligence perspectives and particularly on the devices for writing threats to the security of States and other actors is still limited. In fact, the region has not drove enough on semiotic-discursive practices that reveal the mythical ideology of security threats. Thus, this work from a critical semiotic-prospective methodology is oriented to the understanding senses of threat derived from the Phoenix name of the military operations carried out in Vietnam in 1968-1972, El Salvador in 1981-1992 and Colombia in 2008. The theoretical line crosses the reflections of Ken Booth with some elements proposed by Yuri Lotman's semiotics of culture. The findings show the ideological instrumentation of the Phoenix myth as a discursive strategy for legitimizing the use of military means and intelligence in these counterinsurgent operations. They conclude in the need to build flexible and adaptable analytical modalities, with a clear prospective orientation, to unveil the ideological and mythical materiality of military operations and their implications for the long term, recognizing when venturing into a flourishing analytical field some elements will remain to be in depth.

Keywords: symbolism, expert knowledge, military actions, ideology, prospective, Phoenix, Bald Eagle.

1. Introducción: una advertencia necesaria

Los estudios de inteligencia, como campo disciplinario asociado a los estudios en seguridad2 en unos casos y a los estudios estratégicos en otros, sin duda están evolucionando en la región latinoamericana desde una lógica de “transicionalidad” permanente, relacionada con lo que la experta británica Jennifer Sims considera una transformación de la mirada teórico-metodológica, vinculada con la orientación estratégica de la inteligencia, que hoy no solo se focaliza en el proceso de producción,3 sino que cuestiona la inscripción de la inteligencia como disciplina científica (Velasco, Navarro y Arcos, 2010) dentro de los nuevos paradigmas, lo que deriva en modalidades de construcción de objetos de conocimiento —epistemología— inter y transdisciplinarios. Evidentemente, este hecho influye en las consideraciones respecto al rol y naturaleza ontológica de la inteligencia, especialmente dentro de un mundo globalizado (Copeland, 2011). De hecho, la incidencia en la consolidación de políticas públicas es inevitable, particularmente si se analizan las formas y mecanismos de la construcción de las amenazas a la seguridad, más allá de los Estados, trascendiendo la perspectiva estatal, es decir, considerando las dinámicas y condiciones transfronterizas, transrregionales, híbridas entre otras, como elementos fundamentales que marcarán el nuevo signo para la inteligencia del siglo xxi.

Definitivamente, la mayoría de la literatura “dura”4 marca el inicio de la denominada Revolución de Asuntos de Inteligencia (Liaropoulus, 2006; Barger, 2005, p. 8) en el evento del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, que detona la reforma de inteligencia con resonancia mundial. Sin duda, este evento dio un golpe de timón a las comunidades de inteligencia de la región, sus instituciones y prácticas en la medida en que planteó un redimensionamiento de sus supuestos ontológicos, teórico-metodológicos y analíticos para garantizar respuestas adecuadas y oportunas que debían dar dichas comunidades de inteligencia frente a las sorpresivas acciones de las “nuevas amenazas”,5 que a la par puso en entredicho las verdaderas capacidades del Estado para enfrentarse a amenazas poco definidas y borrosas. Cabe señalar, además, que resultó en un sacudón para la mirada doctrinaria tradicional de la inteligencia, pensada centrífugamente en el ciclo, sus tiempos, producción y diseminación, y no en las condiciones de emergencia, factores sorpresa, lo imperceptible, lo innaccesible, los vaivenes en la mutación de los factores de riesgo (Manucci, 2010); en definitiva, que parecía estar atrapada dentro de agujero negro, que nadie se atrevía a husmear.

Con todo, vale señalar que en torno a la “real” existencia de dichas amenazas se atisba un amplio y no clausurado debate académico respecto de su ontología y percepción (Raza, 2007) que se coconstituye con la institucionalidad doctrina y discursos que manejan los operadores de seguridad (policiales, militares, civiles), como parte del aparataje del Estado; en este punto sí es preciso especificar, no obstante, como sostiene Lahnneman (2010, p. 200), que en el mundo actual las denominadas amenazas se han tormado difusas, rebasando su naturaleza netamente militar.

Todo este cúmulo de reflexiones implica considerar de modo paralelo el nuevo ambiente en el que tiene que moverse la inteligencia; este se encuentra ligado al objetivo de garantizar que las comunidades de inteligencia puedan enfrentar de manera oportuna los desafíos de un mundo cambiante, caracterizado por una incertidumbre estructural, ciclos contradictorios y asimétricos en materia de seguridad, factores multidimensionales de rápida mutación, con contornos borrosos y caóticos, frente a los cuales los diversos actores de la sociedad —no solo aquellos vinculados con la profesión, los decisores y la ciudadanía— se ven forzados a configurar nuevos marcos mentales y de referencia en materia de inteligencia, impulsando la legitimación de una cultura sólida que permita situar de manera natural a la inteligencia como un componente más de las políticas públicas del Estado.

Esto nuevos marcos conceptuales se han ido acoplando al desarrollo del pensamiento estratégico-prospectivo crítico, no solo con el fin de lograr una adaptabilidad sistémica en teorías, métodos y modelos analíticos (Sims, 2005; Baena, 2014), sino con el de repensar su rol con conciencia y responsabilidad social. Esto pretende robustecer prácticas con transparencia y compromiso ético, dirigidas a la transformación de la sociedad en beneficio recíproco, mediante un balance adecuado entre las acciones de los profesionales de la inteligencia y los tomadores de decisión, en los diversos niveles, como garantía del sostenimiento del sistema democrático de los diversos países.

De lo antes dicho, los expertos e investigadores en materia de inteligencia han empezado a dar mayor relevancia a las discusiones ontológicas y teóricas de la inteligencia, antes marginalizadas, en tanto que:

[…] la poca teorización en los estudios de inteligencia no es simplemente un problema de investigación académica, sino que también degrada mucho de la discusión pública del rol de la inteligencia. Desde el 11 de septiembre de 2001, los medios de comunicación e incluso algunos revistas especializadas estaban llenas de reclamos respecto de “las fallas de inteligencia”. Pero la mayoría de los que usan tal frase parecen no tener una idea coherente de lo que significa (Andrew, 2004, p. 181).

Todo lo argumentado demuestra el paulatino aparecimiento de la necesidad de repensar el campo de la inteligencia y consecuentemente rebasar la tradicional mirada del ciclo de inteligencia, mediante la superación de la perspectiva endogámica del campo de estudio; es más, este ciclo ha sido cuestionado por varios expertos, que lo consideran limitado a la hora de captar la complejidad de cómo se colecta la inteligencia, cómo es juzgada la información y diseminada por los oficiales expertos en la materia (Hulnick, 2006, p. 2). Como es obvio, esta discusión medular también desafía el sentido de la producción académica de la inteligencia y, consecuentemente, la incidencia doctrinaria de sus prácticas hacia el establecimiento de una verdadera cultura de inteligencia.

Desde una perspectiva más fresca, hoy, se trabaja la discusión del campo ya no desde el centro de la disciplina, sino en el marco de sus bordes, y más allá de ellos. En otras palabras, se ha ido buscanco la convergencia con otras disciplinas que proveen de nuevas luces para interpretar diversos fenómenos complejos, admitiendo como herramienta la visión posmoderna de la inteligencia:

[…] mientras el concepto de inteligencia posmoderna no puede por sí mismo caracterizar adecuadamente todas la facetas del ambiente contemporáneo de la inteligencia, el término provee de un valioso marco conceptual a partir de que cualquier cambio puede ser manejado, y recursos y métodos de la inteligencia pueden ser adaptados a la nueva era (Rathmell, 2002, p. 89).

Precisamente, el reto de este artículo es vincular la inteligencia con la semiótica de la cultura y algunos elementos de la prospectiva crítica, desde el entendido que dicha dicusión tiene como trasfondo y punto de partida considerar a la seguridad en términos “no tradicionales”, en tanto que ella es vista como un concepto derivativo de las prácticas políticas de un Estado, su sentido de identidad y el tipo de redes de interacción con otros actores (Booth, 2004); haciendo referencia a que los conceptos seminales tales como: soberanía, amenaza, política mundial, ámbito doméstico e internacional son constitutivos y constituyentes, en tanto que se tejen en lenguajes y teorías —no transparentes— que han construido sentidos de mundo desde una lógica de pensamiento binaria y excluyente (Booth, 1991, p. 314) y, consecuentemente, pistas para vivir y moverse en él.

En tal sentido, el propósito de este artículo es vincular la reflexión de inteligencia y la semiótica de la cultura y la prospectiva, con el objetivo de pensar de otra manera, produciendo un diálogo de saberes —conocimiento consiliente— para analizar la instrumentalización ideológica de un mito (el del ave fénix) en la escritura de la amenaza a la seguridad, como es el caso del Fénix como denominativo personalizado de tres operaciones contrainsurgentes (antiterroristas) propiciadas por Estados Unidos en tres escenarios diferentes: Vietnam, El Salvador y Colombia, manteniendo, no obstante, un hecho portador de futuro semiótico (significado), que parece ser transtemporal y transespacial con efectos de sentido de largo plazo, en el marcaje de trayectorias y procesos de legitimación y réplica.

En este orden de cosas, la consolidación de objetos de estudio transdisciplinarios desde la inteligencia, sin lugar a dudas, coincide con la denominada era de la información como sostiene Treverton (2004, p. 19), en torno a que el mundo futuro de la inteligencia es a la vez la era de la información y la información de la era, sin marginalizar la incidencia de la revolución tecnológica que ha detonado la producción de flujos inconmesurables de información, espacio en el cual la inteligencia debe operar. Como es obvio, esto plantea nuevos desafíos a los operadores de la seguridad, a los profesionales y expertos e inteligencia y a los tomadores de decisión, en la medida en que la inteligencia se ha tornado líquida y posnormal (Yilmazt, 2017; Serra del Pino, 2014), y por ende hoy su trabajo se centra en fuentes abiertas, en el desafío de armar rompecabezas complejos (Lahneman, 2010), sostenido en prácticas “limpias” con responsabilidad social y compromiso ético, en las cuales el factor de confianza es vital para garantizar solidez a las comunidades de inteligencia.

Todo este ambiente matiza la necesidad de redimensionar la perspectiva de la inteligencia (Marrin, 2016), teniendo en mente la producción de conocimento consiliente —transdisciplinario— producto de un redimensionamiento crítico —más allá del mainstream— de su naturaleza y rol. Por lo antes dicho, va tomando cuerpo un nuevo espectro de la inteligencia, desde una perspectiva sistémica, teniendo a la prospectiva como eje; de hecho, la visión de largo plazo derivada de una información procesada técnicamente de manera anticipativa es lo que permite producir insumos válidos y rigurosos de conocimiento, a lo que se suma una producción oportuna y en tiempo real, derivada de balances estratégicos efectivos que resulten útiles y no camisas de fuerza para la ventaja decisional.

De este modo, la orientación doctrinaria de la inteligencia se tiñe de flexibilidad suficiente para rastrear anticipadamente factores de riesgo y amenaza, pero también oportunidades estratégicas para el desarrollo de los diversos actores del Estado en su conjunto y la comprensión de sus puntos de posición y posicionamiento estratégico en el tablero de las disputas del poder, sus movimientos en torno a intereses y agendas propias. Es más, la inteligencia hoy exige incorporar en el curso de su desarrollo los factores emergentes, los elementos no previstos y sopresas para garantizar insumos de conocimiento integrales orientados al apoyo en la toma de decisiones, para la conducción de los diveros niveles de gobierno en la la conducción de los Estados, en diversas dimensiones y niveles, tanto en el ámbito doméstico como en el subestatal, supraestatal, regional, internancional y global, dado que los nuevos escenarios geopolíticos marcan un compás diferente a las prácticas de inteligencia e innovación en la conformación de nuevas comunidades guiadas por múltiples principios y valores6 para moverse no solo en el ámbito doméstico sino respondiendo a las dinámicas del mundo internacional y a las lógicas globales.

Esta reflexión se enmarca, entonces, en la visión posmoderna de la inteligencia y se dirige a escudriñar los mecanismos, procedimientos y procesos de la producción de inteligencia, inscrita en orientaciones doctrinarias específicas y sin marginalizar los componentes éticos, de rendición de cuentas en un Estado democrático, sobre todo a la hora de escribir las amenazas, proceso que está siempre políticamente comprometido y frente al cual no existe neutralidad ni objetividad en la concepción positivista de los términos (Saint-Pierre, 2003). A ello se suma la necesidad de advertir los significados y sentidos de sus lenguajes y discursos de acompañamiento, así como la proyección para el largo plazo de sus prácticas.

Así, para aclarar la lógica argumental, el artículo desarrolla una discusión respecto de los presupuestos teórico-metodológicos del mainstream, posteriormente una crítica en torno a las limitaciones de la escritura fundacionalista de las amenazas; acto seguido, se hace una propuesta del modelo analítico transdisciplinario. De modo paralelo se trabaja en el proceso de comparación metafórica entre el mito del ave fénix y su traslapación del simbolismo nacional estadounidense del águila calva; finalmente, se presentan algunas conclusiones a manera de interrogantes para la reflexión y apertura de nuevas investigaciones. Vale señalar además que para dar mayor rigurosidad al trabajo analítico se han incorporado entrevistas a expertos para matizar los argumentos presentados.

2. Rebasando los mantras positivistas del mainstream

La incesante repetición de los supuestos onto-epistémico y teórico-metodológicos del mainstream de los estudios sobre inteligencia, que ha defendido su naturaleza pragmática y utilitarista, marginalizando el debate definicional, empezó a mutar a fin de la década de 1990, cuando en el debate sustantivo del campo empiezan a resonar los principios teóricos, constructivistas y críticos, que inciden en la evolución disciplinaria. Por tanto, gran parte de la literatura empezó a ampliar el debate en torno a la ampliación de sus funciones, su rol y naturaleza frente a las nuevas dinámicas del mundo global (Murillo, 2016), escasamente convencionales, contrapuestas y contradictorias, con espacios poco definidos, contornos difusos, que impedían comprender con claridad las diversas problemáticas insertas en momentos de transformación, rupturas y disfunciones de los sistemas económicos, políticos, sociales, tras lo cual la naturaleza de la política internacional es altamente compleja.

Este proceso desafía las capacidades estatales de tener el control absoluto de las variables y factores internos y externos, toda vez que las concepciones clásicas de espacialidad y territorialidad han sido rebasadas; en otras palabras, no se puede pensar ya en procesos unívocos, lineales, sino en conflictos y contradicciones en diversas escalas y dimensiones; en agujeros negros, en disrupciones, en emergencias a partir de los cuales los momentos históricos ya no son más homogéneos y las relaciones velocidad y espacio han variado radicalmente (Manucci, 2010; Der Derian, 2009). Es más, en este punto, se insertan amplios y asimétricos entramados de intereses de distintos actores, en medio de lo cual el sentido y prácticas de inteligencia han de mantenerse “operativas” en condiciones de profunda inestabilidad; en otras palabras, es lo que Jordi Serra (2014) denomina inteligencia para tiempos posnormales. Tal caracterización asume la proactividad y anticipación en la construcción de tendencias, aglutinadas para el diseño de distintos escenarios, producto de una administración rigurosa de la incertidumbre del presente; lo cual ha sido posible una vez que se han decodificado los fenómenos contextualizados en complejidad, proyectando flexiblemente los escenarios esperados-apuesta, para el largo plazo. Sin lugar a dudas, dicho proceso constituye una verdadera interpelación a los marcos mentales lineales (Mojica, 2006) y a la fragmentación disciplinaria, poniendo sobre el tapete la necesidad de un diálogo interactivo de saberes (Cockell. et al., 2011), a partir del cual la realidad no es concebida con un sentido único y, por ende, su proyección futura es sensible a la flexibilidad y al cambio.

Por todo lo dicho, la manera de producir conocimiento ligado a la episteme de la ciencia moderna para la construcción de objetos de estudio complejos, situados en contextos altamente cambiables, resulta insuficiente; ya no es posible fragmentar para conocer, separar para conocer (sujeto-objeto, por ejemplo) y, peor, para diseñar rutas analíticas y modelos operativos que permitan un replanteamiento integral de los compromisos éticos y políticos en la generación de conocimiento nuevo en torno a temáticas sensibles (Zoya, 2010); todo esto, desde el entendido que actualmente el conocimiento no puede existir en ausencia del diálogo y que el campo de la mente necesita “fertilizaciones cruzadas para mantener su vigor” (Cockell et al., 2011, p. 11). A esto se suma la necesidad de fortalecer una mirada caleidoscópica, que no se restringa al marco racional, sino que incorpore en el análisis también la intuición y la creatividad para interpretar y comprender en profundidad las diversas realidades empíricas; en definitiva, hacer también uso del pensamiento divergente o lateral (Bono, 2006; MacHale, 2009).

Justamente, por esto, reflexionar una problemática en materia de seguridad, apuntando a los estudios de inteligencia y juntamente con ellos la semiótica y la prospectiva, constituye un reto para escudriñar la escritura de la amenaza, como uno de los elementos clave de las prácticas de la inteligencia y como un aporte no solo para la evolución de los campos disciplinarios, sino un verdadero reto para comprender de manera integral las diversos fenómenos y problemáticas, mediante metodologías y herramientas de las distintas disciplinas, que contribuyen a la gestación de nuevos modelos operativos y rutas analíticas, produciendo cuerpos de conocimiento unificados. En el caso concreto de este artículo, lograr una visión panorámica mayor, para situar la instrumentalización ideológica del mito del ave fénix a la hora de escribir las amenazas a la seguridad de los Estados (Vietnam, El Salvador y Colombia), factor determinante en la planeación y ejecución de las diversas operaciones militares contrainsurgentes, cuyo artífice principal fue Estados Unidos, y que instrumentalizando los diversos sentidos del mito del ave fénix logró revestirse de una aura particular —simbólica—, garantizando la incorporación de significados dentro de un sistema de significaciones estructuradas —cultura militar—.

3. La escritura de la amenaza no puede ser una receta

La producción de conocimiento experto derivado del procesamiento de inteligencia, sea mediante la concepción del ciclo —lineal— o de un proceso más complejo, en definitiva le otorga a sus prácticas una función medular: la ontológica,7 sobre la cual la discusión recién empieza a consolidarse con el fortalecimiento de las corrientes críticas en las ciencias sociales y su influencia en los distintos campos del saber. De hecho, situar el rol constitutivo y constituyente de la escritura de las amenazas frente a las rutas de acción decididas por los Estados es un elemento clave (Campbell, 1992, p. 18), no solo para evaluar desde qué concepción de objetivos nacionales e intereses del Estado8 y otros actores se las está definiendo, sino también considerar el sentido de identidad que se defiende y el posicionamiento de los diversos actores9 frente a ello. Obviamente, este proceso es implícito a las distintas disputas del poder y es desde ahí desde donde se proyecta el diseño de las doctrinas, la naturaleza de la inteligencia y el sentido de sus prácticas, del uso de la inteligencia que hacen sus diferentes operadores (expertos, profesionales y tomadores de decisiones).

Desde la producción discursiva, no hay como negar el carácter performativo de los lenguajes y la incidencia del uso metafórico de ellos, —ser constitutivo y constituyente del sentido de la realidad— sin que esto implique —por cierto— un absolutismo discursivo que niegue la realidad; esta última consideración ha sido una de las críticas vertidas por las corrientes positivistas lógicas respecto de las posturas disidentes:

El problema fundamental de los argumentos mencionados es que en lugar de proveer una evaluación crítica de la razón posestructural como tal, relativas a sus estructuras argumentativas y críticas al fundacionalismo se reiteran —como alguien que se mira en el espejo— sus propios términos, asunciones y puntos de partida metateóricos, en una suerte de monólogo teórico (Nicholls, 2012, p. 168).

Es así que, rebasar el corsé fundacionalista para comprender que la escritura de la amenaza es “construida y flexible” es un reto inmenso, sobre todo si, como en el caso de esta reflexión, se incluye la capacidad de instrumentalizar un mito para convertirlo en símbolo como una forma de ejercicio de poder. Por ende, lo dicho hasta aquí implica no solo un sacudón al edificio fundacionalista de la inteligencia e incluye, necesariamente, en el debate temas como la percepción de la amenaza (Saint-Pierre, 2003; Massé, 2004), sino también una evaluación de sus cadenas de valor (Raza, 2007), y el nivel de incidencia de ellas en la institucionalidad y prácticas de los operadores de seguridad (militares, policiales o civiles), y la transicionalidad permanente a un futuro estructuralmente incierto e inestable en medio del cual las orientaciones doctrinarias no pueden ser camisas de fuerza.

Concomitantemente, la discusión en torno a la “desfiguración”, “exageración”, “instrumentalización” de las amenazas y de los conceptos seminales de la seguridad ha sido motivo de preocupación de una buena parte de los estudios críticos en relaciones internacionales y en seguridad; estos debates han tomado cuerpo, particularmente con el aparecimiento de las denominadas amenazas emergentes (Bonds, 2015) y de sus dinámicas transnacionales, transfronterizas e intermésticas —y por la palpable preocupación de los estudios internacionales en plantear nuevos direccionamientos teórico-metodológicos para situar de modo pertinente las racionalidades internacionales contemporáneas (Llenderozas, 2013; Smith, 2005; Weaver, 2011; Sanahuja, 2015), más allá que la modalidad de los “debates”.

Adicionalmente, y para matizar el argumento, el lector ha de tener en mente que toda la reflexión precedente se articula con la inclusión de un nuevo elemento: las denominadas prácticas semiótico-discursivas y mecanismos y procedimientos, que van de la mano con cualquier intento de legitimación de una postura teórica o de un saber científico, en cualquier campo del conocimiento. No en vano el experto canadiense Robert Cox (1987; 1981) insistió en que las teorías estaban hechas a la medida de intereses y propósitos. Por ende, esta reflexión también se focaliza en las prácticas discursivas y los mecanismos y procedimientos de ideologización que van de la mano en cualquier intento de legitimación de una postura teórica en cualquier campo. Al parecer las perspectivas constructivistas en relaciones internacionales, en estudios de seguridad e inteligencia, desbrozaron el camino para el aparecimiento y consolidación de las posturas disidentes críticas en sus diversas acepciones. De hecho, haber optado por las perspectivas posestructural y posmoderna para deconstruir el núcleo de la producción semiótica del mito y símbolo del ave fénix, como los cimientos de la escritura de la amenaza en las operaciones contrainsurgentes de Vietnam, El Salvador y Colombia, compromete este esfuerzo académico en gran medida. En primer lugar, porque implica desafiar la propia mirada, un “quitarse la venda de los ojos” para ver más allá de la instrumentalidad de las prácticas de inteligencia; y, en segundo lugar, por la necesidad de evidenciar la viabilidad metodológico-analítica de la producción de conocimiento convergente, mediante el uso de algunos núcleos teóricos, tanto de la semiótica de la cultura como de la prospectiva crítica. Se pretende así lograr una comprensión integral de la instrumentalización ideológica de la amenaza contrainsurgente y sus denominaciones, a fin de comprender la trayectoria de los núcleos del sentido principales del mito del fénix —renacimiento, purificación por fuego, poder inmortal, capacidad de resiliencia, entre otros— su significación de partida, sus huellas, la evolución del sentido y la permanencia.

4. Condiciones y estructura del modelo analítico transdisciplinario

No es el propósito de este artículo una exposición en detalle de la construcción del modelo operativo, todo lo cual implicaría que de solo este apartado debería trabajarse un artículo científico completo, pero sí esbozar las principales decisiones metodológicas para diseñar una propuesta analítica rigurosa y coherente.

De ahí, es que las principales decisiones tomadas, como muestra la figura 1, son teóricas desde una aproximación crítica —de la cual se derivan los conceptos claves— y las metodológicas —transdisciplinarias— que permitieron orientar la derivación de los núcleos analíticos y la forma ideal para presentar los resultados. De hecho, la concepción de base propuesta es la de un rompecabezas cuyas piezas calzan adecuadamente para los momentos analíticos, aunque guarden determinados acentos en una de las piezas y sus dinámicas de relacionamiento con otras, dependiendo el locus de la investigación. Con todo, el lector ha de tener en mente que los bordes entre cada pieza son difusos, no hay un orden estricto: es dinámico y las piezas pueden ser estudiadas desde diversos ángulos a la vez, sin que por ello se afecte el todo de sentido. Por el contrario, cada perspectiva enriquece la mirada analítica y permite comprender en profundidad el objeto de estudio multidimensionalmente (sin esencializar, sino abriendo su complejidad).

En otras palabras, develar el proceso de instrumentalización mitológica del ave fénix, como correlato semiótico de los sentidos principales —características, proceso dinámico de significados con su permanencia y evolución en el tiempo—, del águila calva, como símbolo patrio de Estados Unidos, en tanto tal en su capacidad de “significar”. En definitiva, es ir entendiendo que los significantes que “construyeron” el sentido de realidad de las Operaciones y el Programa Fénix guardaron sinergia con el significado de base asociado: con ave fantástica, inmortal, con capacidad de renacer de las cenizas, de autopurificación con fuego, la asociación de los elementales: fuego, aire, tierra (cenizas) de resistencia, y el uso pragmático que de estos significantes, aplicados a situaciones concretas, sin dejar de lado la inyección de nuevas connotaciones asimiladas en las características del águila calva (majestuosidad, astucia, se alimenta de carroña, depredación, actuación en grupo).

En este caso, como sostiene Quezada (2005, p. 9), “el mito aparece esencialmente como semiosis o sentido vivido hecho significación en forma simbólica concreta […]”; es decir, si se alude al caso concreto de la narración fantástica del ave fénix, el mito quedó objetivado de forma simbólica.10

Gráfico 1

Condiciones y dinámica del modelo analítico transdisciplinario

Fuente: elaboración propia.

De esto se desprende que las Operaciones Fénix, de El Salvador y Colombia, y el Programa Fénix de Vietnam, constituyen un espacio contextual propicio que permite evidenciar que, siendo operaciones militares de alta sensibilidad, cada uno se inscribió en coordenadas espacio-temporales particulares que definieron las condiciones de producción de las prácticas discursivas (Haidar, 2006; Cabruja, Iñiguez y Vásquez, 2000) el ritmo y evolución de las trayectorias de los efectos de sentido entramados en la narración (mito) y de su imagen dentro de una semiosfera11 cultural heterogénea y múltiple.

Por este motivo, el presente análisis se direccionó a comprender que detrás de cada diseño de cada una de las operaciones militares existió un patrón y trayectoria similar, no solo de la orientación doctrinaria, sino —y sobre todo— del imaginario del poder militar que se pretendía mostrar frente a la insurgencia, matizados por la similitud de intereses geopolíticos de Estados Unidos en las tres acciones de fuerza. Con todo, las rutas operativas y tácticas, en los tres teatros de operaciones, marcaron especificidades propias derivadas de la caracterización del “enemigo” y proyecciones distintas en los resultados obtenidos, aun cuando las tres se estructuraron metaforizando al nombre “Fénix” a las características de la propia operación. En este sentido, en palabras de Zecchetto (2002, p. 154), “en las metáforas se amplían los significados de los enunciados, de manera que aumentan los valores contenidos en ellas […] En cierto modo la metáfora es siempre una forma de redundancia, porque ella formaliza la relación mediante una comparación”.

De lo antes dicho, hay que añadir que para la construcción del modelo se ha partido del reto de construir una estructura transdisciplinaria, para la producción de conocimiento convergente. Las fases diseñadas fueron:

Todos estos elementos permitieron definir que la ruta analítica principal se construyó desde la inteligencia al discurso y, conjuntamente con él, la posibilidad de configurar ejes de sentido en materialidades ideológicas y míticas. Estos ejes fueron la base para la ampliación y redimensionamiento del sentido del ave fénix; en otras palabras, de la resemantización de la narración (mito) y el simbolismo gráfico, asociado con los efectos de sentido producidos posteriormente por su contraste con el águila calva. Por todo ello, la definición de los ejes de sentido clave, tomados en cuenta para este análisis y que apareen en la tabla 1, fue el paso preliminar para la construcción del modelo analítico. Tales ejes son:

Tabla 1

Unidades de sentido clave para la construcción de la matriz analítica

Fuente: Elaboración propia.

5. Del ave fénix al águila calva: la trayectoria del mito y del símbolo en las operaciones militares contrainsurgentes

Una vez establecidos los núcleos de significación principales que derivaron en la relación metafórica con sus núcleos secundarios (primera y segunda columna de la tabla 1), se marcaron potenciales proyecciones en la construcción del amplio sentido configurado como producto de dicha relación. La transición de la existencia mítica (fénix) a la conformación simbólica —inmortalidad y poder— en palabras de (Cassirier, 2013), podría ser entendida, entonces, como una manifestación de la “energía del espíritu con un signo sensible concreto” ícono del ave fénix. En este punto cabe señalar que:

[…] lo mítico es una fuerza expresiva en indefinida construcción […] Las formas cambiantes de lo mítico traducen solamente la manera específica en la que una colectividad se siente a sí misma como tal en el momento el que el ser conjunto de sus miembros se pone a hacer sentido (Quezada, 2005, p. 12).

Este construir sentido, asociado con un “estilo” de cultura militar ofensiva, detonante de las tres operaciones, con la influencia doctrinaria de Estados Unidos, mostró hallazgos de la comprensión metafórica de que dichas operaciones funcionaron en dos dimensiones: la primera, que influyó en la construcción de particulares efectos de sentido, por medio de las prácticas semiótico-discursivas, tanto en la fijación de estructuras amplias de cómo pensar la guerra y específicamente la guerra contrainsurgente —luego denominada de terrorista—, normalmente, en términos de la metáfora costo-beneficio en una racionalidad de ganadores-perdedores;14 de hecho, el dolor, la muerte, la aflicción de miles de seres humanos como producto de una guerras real (Lakoff, 1991, p. 25) y no obstante, aparece marginal en esta lógica de “negocio”, porque verlos de cerca sería casi como despertar de un sueño y ver la realidad con un espejo de aumento.

La segunda dimensión de la metáfora es asumir la guerra, como costo-beneficio, en términos de un eficiente negocio, inserto en las disputas del poder de los Estados, a los cuales se los considera en término de persona enlazada a relaciones sociales con la comunidad mundial. El territorio es su hogar. Él vive en un vecindario y tiene vecinos, amigos y enemigos. Los Estados son vistos como teniendo disposiciones inherentes; pueden ser pacíficos o agresivos, responsables o irresponsables, trabajadores o perezosos (Lakoff, 1991, p. 27).

Para matizar lo argumentado, la estructura metafórica del pensamiento sobre la guerra en el caso de las tres operaciones —en sentido de guerra asimétrica— sirvió con sus propias particularidades —que se verán más adelante— de terreno fértil para que la semilla de la escritura de la amenaza y sus mutaciones se adaptaran fácilmente a la instrumentalización del mito mediante una racionalidad que ha servido de elemento “cohesionador” de la semántica propia de las interacciones de los diversos sujetos involucrados en la guerra, pensando la cultura militar como el espacio en el cual no solo existe una dimensión material sino dimensiones subjetivas de representaciones de sus sujetos que comparten sentidos y relaciones (Garduño y Zúñiga, 2005, p. 220).

Esta cultura militar en la que se inscribieron las tres operaciones tuvo sus variaciones debido a la lógica del comportamiento doméstico de las fuerzas militares de cada operación en relación con sus “enemigos”,15 desde el imaginario de un sentido de costo-beneficio y visibilidad ante la comunidad internacional de mostrar la intención de extirpar del espacio de los Estados la contrainsurgencia —catalogada— de terrorismo, por lo que incluso en los distintos discursos oficiales se buscó justificar acciones “atroces” derivadas del empleo del poder militar en distintas dimensiones y que la figura 2 muestra en una síntesis, como resultado de una perspectiva cultural militar coincidente, como un entramado de signos que generan sentido; por ello, se podría comprender la cultura militar en el sentido que nos muestra Garduño y Zúñiga (2005, p. 22) “[…] como un producto de una serie de intercambios comunicativos que se entreteje para dar lugar a actos relacionados por un lado, con nuestra condición humana, por otro, con el ecosistema, y, por último, con los objetivos específicos de un marco operativo de relaciones, es decir, la organización”.

Gráfico 2

Forma de empleo de los medios militares en función de la mutación
de la amenaza en las tres operaciones Fénix

Fuente: Elaboración propia.

El empleo de los medios militares en las tres operaciones Fénix fue específico en la planeación militar de operaciones contrainsurgentes, con “tintes” y acciones operativas y tácticas antiterroristas, es decir, de destrucción total, aniquilamiento y desmantelamiento de los blancos, considerados enemigos. En el caso de Vietnam (1965-1972), el enemigo construido como terrorista fueron los miembros del Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur (FNLV). El Programa Fénix se desarrolló en torno a varias microoperaciones secuenciales y simultáneas; operaciones especiales terrestres y ataques helitransportados, sostenida en una red secreta de informantes conformados por núcleos de campesinos y población civil cooptados. El centro de operaciones de este programa fue la embajada estadounidense en Saigón, por intermedio de la Oficina de Asistencia Especial. El principal modus operandi fueron actividades de inteligencia vía infiltración, capturas, torturas y asesinatos. Dicho programa resemantizó las cualidades de copamiento (nidificación), de la resistencia y resiliencia del ave fénix, con el objetivo e identificar a la infraestructura civil que apoyaba a la insurgencia del FNLV. Al finalizar dicha operación, se había neutralizado a más de 80 000 agentes, colaboradores, pero no logró consolidarse en objetivo, pues la campaña contrainsurgente, apodada de terrorista, se había convertido en una derrota política para Estados Unidos (Lepic, 2014), toda vez que no pudo mantenerse con un ocupación prolongada en Vietnam, pues, a pesar de haber sido un conflicto asimétrico —entre el mayor poder de fuego del mundo y una estructura popular reducida, pero con gran capacidad de lograr alianzas con la mayoría de la población— dicho pueblo en definitiva no pudo ser sometido. En otras palabras, fue una evidencia de la derrota del Programa Fénix, que, a pesar de haber generado bajas, no pudo quebrar la infraestructura política de la resistencia. En este orden de cosas, el Plan Fénix, que no daba resultados, fue enmascarado con renovadas estructuras administrativas (Lepic, 2014, p. 10), cuando se transfiere el programa a las autoridades sudvietnamitas, para ser visto como el animal sagrado de la cultura tradicional vietnamita. Cabe señalar que:

[…] para los occidentales simboliza lo que renace de las cenizas. Pero detrás de la ambigua imagen poética, se encontraba la sórdida realidad de una gran operación de contrainsurgencia a la que tanto se le ha reprochado la falta de discernimiento en la importancia de sus objetivos, su brutalidad y en general su falta de eficacia en la tarea de contrarrestar la ocupación extranjera injustificada (Lepic, 2014, p. 11).

Es decir que el valor simbólico del ave fénix, en este caso, significaba para los estadounidenses la necesidad de aplicar todo el poder militar para hacer cenizas a la insurgencia, mientras que la dimensión de sentido dado a la infraestructura del Viet Cong, que no era solo la guerrilla, sino la enmarañada red política en disputa en todo el territorio, mostro resistencia, y se concentró en que las fuerzas guerrilleras lograran objetivos estratégicos en la desestabilización de los gobiernos “títere” de Saigón. En este caso, la resistencia fue efecto de sentido mostrado en el mito del fénix; dicha resistencia correspondió a una máquina guerrillera “atacada” como fuerza terrorista-guerra total,16 que no pudo ser vencida, no solo por su infraestructura, sino también por el apoyo de la línea política básica dada por la tutela de revolucionarios veteranos que contribuyeron al diseño de la conducción de las operaciones insurgentes, que lograron neutralizar la denominada campaña de los corazones y las mentes.

En el caso de El Salvador (1981-1992), la acción de fuerza fue denominada Operación Fénix, una acción estratégica, en medio del contexto de la guerra y enfrentamiento de la denominada guerra civil de El Salvador en contra del grupo guerrillero que conformaba el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), con el objetivo de hacer limpieza de la zona, en acciones conjuntas con las fuerzas armadas de El Salvador, especialmente con los batallones de infantería de reacción inmediata, y batallones de infantería antiterroristas, con la orientación de asesores militares estadounidenses y patrullas de reconocimiento de alcance largo. La conducción de la operaciones militar se basó en desplegar desde un manto de recuperación de la libertad desde la ética, y reposicionando el heroísmo y democracia mediante la legitimación de un imaginario del poder militar, en la reconstrucción de unas fuerzas armadas y Gobierno “purificados” por el apoyo estadounidense, hacia la construcción de planes de paz. La Operación Fénix representó un tramo de más de 10 años, en medio de la guerra.

Esta operación manejó la doctrina de limpieza/barrido de blancos estratégicos, sobre todo mediante la utilización de acciones aéreas contundentes de manera simultánea de operaciones especiales terrestres; todo ello con el apoyo de inteligencia con tortura y asesinatos extrajudiciales, con un saldo de alrededor de 70 000 muertos y entre 8000 desaparecidos, como mecanismo para la terminación de la guerra popular generalizada. La utilización de los principios de planificación, organización y administración de la fuerza militar fue selectiva y direccionada hacia el logro de metas y objetivos consecutivos, pero con gran estruendo, considerándola una guerra contrainsurgente con apariencia de guerra antiterrorista. Si se relaciona con la metáfora del mito del fénix, se alude a la purificación del país por medio del fuego barnizado de heroísmo, mediante el uso de comandos de operaciones especiales, sobre todo sobre la zona de Guazapa.17

Es más, la relación entre lluvia de fuego y bombardeos selectivos contra el FLN, con una cabalístico número 7h00,18 correspondiente al inicio de la operación —el siete en la numerología es el que sella simbólicamente la perfección del universo— constituye un hallazgo que marca el sentido mágico que envolvía al fénix, a la acción de fuerza no solo en el imaginario de El Salvador con diversas lecturas y posiciones por parte de los distintos actores, en un momento en que se encontraba en plena ebullición la insurgencia, sino a la configuración de un ambiente bélico en un crudo teatro de operaciones que se había concentrado en el cerro de Guazapa. Dicho cerro era considerado por los insurgentes como un sitio heroico que dejó una huella de conflicto y muerte por la intervención del ejército de El Salvador, en combinación con los asesores estadounidenses. De otro lado, el uso de Opsic (operaciones psicológicas) y campañas de guerra psicológica fue el trasfondo de la guerra civil en medio de la intervención del territorio considerado “estratégico” y la penetración e infiltración de los grupos insurgentes, como el constante adoctrinamiento de la ideología estadounidense para configurar el imaginario de Estados Unidos como país redentor, cuya intervención estuvo blindada semánticamente por parte de la doctrina estadounidense de intervención militar para el “logro de la paz”.

Es precisamente en ese momento cuando se produce una resemantización del águila calva, con su modelamiento negativo, con la mascarada del fénix; esta ampliación del sentido permitió construir la materialidad política e ideológica a partir de la cual se instrumentalizó la amenaza como pretexto para el empleo de los medios militares. Además, dado que una guerra contrainsurgente no es igual a una guerra antiterrorista, no solo por el estilo de planeación militar que se requiere, sino por la naturaleza y rol de la inteligencia en la definición de la amenaza, en este caso concreto se vislumbra la legitimación de su accionar en una práctica discursiva casi “fantástica”, cuyo sentido se construyó y aprehendió en un proceso de constante transformación (Quezada, 2005, p. 223). Es así que metafóricamente se asumía la evolución del mismo empleo del poder militar por parte de los soldados estadounidenses en la denominada transicionalidad de la doctrina de seguridad y defensa (Torrijos, 2008), una mutación permanente que alude a la imagen icónica del fénix, en su proceso de transformación de un ser vivo a cenizas y de las cenizas a un nuevo ser.

Finalmente, debe considerarse que la evolución de la guerra, combinando factores tecnológicos y operacionales, respondió a momentos específicos diferenciales en el empleo de la fuerza tanto en Vietnam como en El Salvador y en Colombia, incluyendo la orientación doctrinaria.19 Esto dado que:

[…] es necesario tener en consideración la presencia de las amenazas en los escenarios geoestratégicos, como la incorporación de nuevos sistemas y equipos de alta tecnología en el ámbito militar, la innovación de las capacidades de adversarios tradicionales y no tradicionales, la actualización de conocimientos a distintos campos de batalla […] (Fuerzas Armadas de Ecuador. Comando Conjunto, 2016: xi).

En este mismo orden de cosas, la Operación Fénix de Colombia fue la más evolucionada de todas en un sentido doctrinario, tecnológico y de empleo de los medios. La operación fue considerada como quirúrgica extraterritorial y milimétrica, sostenida en la doctrina de blancos de alto valor, correspondiente a la orientación estratégica de un tipo de empleo militar, basado en ataque puntuales de blancos estratégicos específicos para el cumplimiento exitoso de una misión.20 Esta doctrina se deriva en Colombia de la visión de la guerra preventiva de Estados Unidos, configurada tras el 11 de septiembre de 2001.

Esta operación, que logró aniquilar a alias “Raúl Reyes”, segundo miembro del secretariado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), partió de una escritura específica de la amenaza, consolidada desde la primera fase de la política de defensa y seguridad democrática de Álvaro Uribe (2006-2010). La mutación de guerrilleros a narcoguerrilleros y de narcoguerrilleros a terroristas y posteriormente a narcoterroristas, sin duda, determinó la orientación del empleo militar con tecnología de punta. La decisión de aniquilar al blanco de alto valor surgió de la premisa de que la guerra terrorista se gana desde el aire (Santos, 2013), lo que alude al núcleo de sentido, asociado con el vuelo ligero del ave majestuosa que, en su ligereza, esconde la fuerza y sagacidad del poderoso volador, el águila calva.

Con todo, la Operación Fénix se caracterizó por el apoyo antes, durante y después de una inteligencia conjunta en tiempo real, que desde un discurso de terrorización no hizo sino mostrar también, el renacimiento del poder militar colombiano con tecnología de punta, de alta precisión, despliegue rápido, toda vez que las fuerzas militares de Colombia, tras los reveses tácticos sufridos por parte de las acciones de las FARC-EP a fines de la década de 1990, lograron repotenciar su fuerza militar

Vistas así las cosas, la utilización del poder militar no ha sido estático. La ecuación tecnología/poder de empleo militar/doctrina admitió variabilidad, propia de nuevos teatros de operaciones, nuevas formas de planeación, marcando hechos portadores del futuro, que permitieron marcar las tendencias y comprender las siguientes intervenciones estadounidenses y sus potenciales formas de operación en el futuro, es decir, definiendo ya la hoja de ruta de las potenciales intervenciones, que estaban siendo pensadas con mirada prospectiva.

De manera tal que, de un empleo de armamento pesado y lento, derivado de la herencia doctrinal de la Segunda Guerra Mundial, que hizo Estados Unidos en Vietnam, con un lento desplazamiento y despliegue de las tropas, además sin un conocimiento sistémico del escenario de intervención ni de sus actores; se pasó a, en El Salvador, con un empleo intermedio, en el cual la aplicación del poder aéreo fue selectiva y se utilizó un equipo más liviano, con mayor velocidad de despliegue. Todas estas acciones estuvieron apoyadas por una inteligencia humana y tecnológica intermedia de infiltración de informantes y penetración del FMLN, aprovechando las condiciones de una confrontación asimétrica entre el poder duro militar de Estados Unidos y una bien adoctrinada guerrilla que había tejido un entramado social con campesinos, población civil, que generó una resistencia difícil de romper. Finalmente, en la Operación Fénix de Colombia se asistió a una conjunción entre evolución tecnológica y el más elevado uso militar —sofisticados equipos de intercepción, de señales, de vigilancia líquida, aparatos para medir los datos biométricos del soldado— que no solo que permitieron un mejor ejercicio de la planificación militar basada en efectos —y con blancos estratégicos— sino el logro de aniquilación del objetivo de alto valor estratégico —una de las cabecillas del secretariado en el campamento de Reyes— evitando daños colaterales, mediante una operación milimétrica extraterritorial helitransportada con consolidación terrestre. Dicha operación fue una demostración fehaciente del despliegue del ave fénix en su magnitud de magnificencia y capacidad de resistencia; en ella se cuajó la decisión estratégica de impedir que las FARC-EP pasaran de la guerra de guerrillas a la de movimientos. Para esto las fuerzas armadas de Colombia se habían asegurado poner la etiqueta adecuada a la guisa del denominado terrorism bushtalk.21 Esto resultó funcional para construir la naturaleza de la amenaza, bautizando a las FARC-EP de narcoterroristas para legitimar acciones de fuerza especializadas. Paralelamente, se buscó lograr una expansión en onda imaginario de un terrorismo personalizado en Colombia, con consecuencias psicológicas de traumatismo psíquico, temor y rechazo cada vez mayor por parte de la población colombiana a este “enemigo”, que prácticamente se había atrincherado en las áreas rurales y cuyas retaguardias parecían desafiar toda autoridad, sobre todo en puntos específicos de relacionamiento con Ecuador (en especial el bloque sur-oriental), en la provincia de Sucumbíos.

5. Conclusiones

De las características presentadas de las operaciones se puede inferir que el despliegue de los núcleos de sentido del ave fénix se vinculó directamente con los efectos replicados por el simbolismo del águila calva, ampliando y complejizando el proceso de significación. El carácter dinámico de la cultura militar fue confiriendo instrumentalmente distintos significados al mito del fénix, que aludía también al espíritu de interrelación de los actores que se había construido, también dentro de la metáfora de la guerra, en tres situaciones distintas y, sin embargo, articuladas con el sentido de costo-beneficio, suavizado con la legitimación de un discurso gráfico que enmascaraba el sentido subyacente de las acciones fuerzas, suavizándolas.

De otro lado, desde las prácticas semiótico-discursivas, producidas en condiciones particulares —de cada operación— se produjo una resemantización del mito y el simbolismo del ave fénix, como una mascarada de las características modelizantes22 del águila calva, para suavizar la condición de depredación, astucia, malicia, artimaña, que proyecta el propio comportamiento del ave rapaz, transformada en símbolo patrio de Estados Unidos. Esto se comprende mejor si se alude al estilo y formas del ejercicio del poder militar estadounidense, asociado con una política exterior claramente expansionista y de injerencia político-estratégica y militar en diversos países y regiones del mundo, sin importar los contrapesos desarrollados por potencias emergentes, durante la última década. En el caso concreto en las acciones contrainsurgentes-terroristas estudiadas, mediante el uso de operaciones psicológicas direccionadas a los aparatos de seguridad y la población, la intromisión de “asesores”, fuerzas de apoyo y comando directas, instalación de bases militares, acompañadas de una retórica derivada de la democracia liberal, con un matriz judeo-cristiana,23 de ser los depositarios morales para combatir al “eje del mal”, ser caritativos ayudando a los Estados fallidos.

Esta forma de ejercicio del poder fue mutando pero no con un cambio radical en su núcleo entre Vietnam, El Salvador y Colombia. Así, vale señalar que en el caso del Programa Fénix de Vietnam,24 el mismo fue una coyuntura contrainsurgente de carácter paramilitar para aniquilar a los miembros del Viet Cong, en el contexto de la guerra de Vietnam, es decir, del Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur.25 Su trabajo operativo se cumplió mediante unidades de reconocimiento y de centros regionales de integración, con el uso de un sofisticado sistema de operaciones psicológicas, con adoctrinamiento dirigido a la población civil, mediante el uso de la propaganda gris, junto con el imaginario de poder militar afianzado en la seguridad interna y de inteligencia. La intervención fue más directa y sus formas de ejecución se legitimaron en la conducción a nivel operativo y táctico, con un uso intensivo de medios de penetración ideológica y utilización estratégica de otros actores trabajando para sus propósitos, pero dejando una pesada huella del futuro proyectado a los potenciales nuevos mecanismos de intervención.

En la intervención de El Salvador la conducción operativa mostró una forma de actuación intermedia —entre el nivel operativo y estratégico— con una modernización del desplazamiento y despliegue de tropa, con un conocimiento más integral del escenario de intervención y una lógica doctrinaria más flexible, con la aplicación de medidas de inteligencia y contrainteligencia, vía infiltración de soldados estadounidenses y penetración el FMLN, y haciendo uso de un equipo más liviano y poder aéreo, con un ejercicio militar intermedio y con uso extensivo de diversos actores afines a la lucha contrainsurgente.

La Operación Fénix de Colombia fue una intervención de diseño estratégico-militar, con participación velada estadounidense; incluso varios expertos aseguran que quien tripuló el helicóptero Black Hawlk que consolidó la operación fue un piloto militar israelí. Fénix constituyó una operación estratégica para blancos de alto valor, la primera operación de este tipo realizada en la región.

Es más, el efecto de la instrumentalización de la amenaza mediante la utilización pragmática del mito del fénix, sin duda, fue una maniobra sobre la subjetividad de sus actores, en definitiva, un claro ejercicio biopolítico desplegado desde el poder militar, que se confirmó en el valor performativo de la denominación “Fénix”, es decir, de la capacidad de crear sentidos de realidad diversos y de estar en el mundo. Adicionalmente se trabajó desde los núcleos de sentido del simbolismo del fénix, con visión prospectiva, toda vez que los significados modelizantes del águila calva permitieron marcar un efecto transtemporal, es decir, que desde la concreción de unos valores positivos se enmascararon otros negativos, que no se contradicen, sino que trabajan desde una funcionalidad sistémica, con proyección futura.

Este ejercicio de producción de sentido pretendió naturalizar el accionar del águila calva; en suma: el ave fénix es una especie de avatar como soporte figurativo, la expresión suavizada de la política estadounidense de intervención militar y sus resultados de cenizas y muerte sobre el enemigo. Así se han cristalizado múltiples significaciones del fénix, que no solo quedan en el plano racional de quien las interpreta sino que atraviesan el sentir de quien las analiza. Es más, mediante la materialidad política ejercida por Estados Unidos, cuyo funcionamiento se centra en la ideologización —crear un sentido de mundo— de su rol redentor de democracia y libertad, se construyó un repertorio de valores que indudablemente catapultarán nuevos escenarios con sentidos y significados en cada proceso de denominación, y de manera particular en el momento en que se haga referencia a la cultura militar, base de la planeación y cumplimiento doctrinario de operaciones antiterroristas a futuro.

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1 Este artículo contiene aportes del capítulo 6 del trabajo de la tesis doctoral (2018) de la misma autora titulada Inteligencia militar: poder, conocimiento e ideología en las prácticas semiótico-discursivas en las relaciones Colombia- Ecuador: el caso de la Operación Fénix, que se encuentra en proceso de evaluación. La tesis doctoral fue desarrollada en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso-Sede Ecuador) en el Programa de Doctorado en Estudios Internacionales (2015-2018). La línea de investigación en la que se inscribió el trabajo fue estudios en seguridad.

2 Para este artículo se considera a la inteligencia como un campo de estudio dentro de los estudios en seguridad y toma los principales lineamientos de Ken Booth.

3 En los estudios ortodoxos de la inteligencia hasta la década anterior se consideraba al ciclo de inteligencia como la “nuez de su desarrollo”; hoy esta herramienta ha sido cuestionada porque gran parte de expertos la consideran instrumentalmente una forma de reduccionismo de la realidad.

4 Se parte del entendido que la literatura que ha estructurado el mainstream proviene de Estados Unidos, Canadá, Suiza, Inglaterra, Israel, Países Bajos. Alemania, entre otros.

5 Véase Hugo Palma, Seguridad: alcances y desafíos (2007), quien detalla con rigor la discusión de que si constituyen nuevas amenazas, amenazas tradicionales, con nuevos comportamientos o amenazas sin parámetros claros para su definición.

6 El principal valor es el de la confianza y compartimentación de la información.

7 Esta función ontológica tiene que ver con el tipo de realidad que se construye en las prácticas discursivas de reproducción y legitimación de un sentido de mundo y, por ende, de habitar en él.

8 Sea para los operadores de la inteligencia, seguridad o las mismas comunidades de inteligencia.

9 Se alude a actores del ámbito doméstico, vecinal, regional, internacional, global.

10 Se entiende por símbolo un tipo de signo que evoca una realidad ya mediada o abstracta; no existe ninguna relación con el referente real.

11 En la semiótica de la cultura, la semiosfera es la esfera de significados y sentidos, que no es plana, se nutre de interacciones dialógicas entre las distintas significaciones; es decir, construye sentidos dinámicos y relacionales.

12 Se hizo una revisión de la literatura en varios autores para comprender las dinámicas de las Operaciones Fénix y del Programa Fénix de Vietnam.

13 Hago referencia a materialidad como lo constitutivo, lo que le da forma a un sentido y permite comprender su funcionamiento

14 Es decir, se comprende la guerra en una lógica binaria de oposición y contradictoria; esencialista, fragmentaria y reduccionista.

15 Tanto las fuerzas armadas de Vietnam, como las de El Salvador y Colombia estaban direccionadas doctrinariamente para el empleo de medios militares “adaptados” a guerra no convencional.

16 Muchos analistas hacer referencia a una forma de guerra sucia.

17 Tras la firma del Acuerdo de paz de Chapultepec se desmovilizaron las fuerzas guerrilleras y se dio por terminada la guerra civil, el 16 de enero de 1992, entre la Alianza Republicana Nacionalista y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Guazapa era el espacio de la posición más avanzada de la guerrilla en el corazón de El Salvador.

18 El número 7, entre varias de las civilizaciones antiguas, como los griegos, mayas, aztecas, incas, babilonios, es un número mágico, que concentra el sentido del poder, el número de la perfección. En el cristianismo se lo relaciona con el mito de que fue en el día 7 que la deidad terminó el acto de creación del universo. Se deriva también de la suma del 3 (celeste) y del 4 (lo terrenal).

19 Extracto de la entrevista exploratoria sostenida con Gustavo Iturralde, maestrante del IAEN, de la Maestría de Seguridad y Defensa, coronel de EMC del Ejército, experto en temas militares, 17/1/2018.

20 Extracto de la entrevista exploratoria sostenida con Gustavo Iturralde, maestrante del IAEN, de la Maestría de Seguridad y Defensa, coronel de EMC del Ejército, experto en temas militares, 17/1/2018.

21 En los estudios críticos militares que se consolidaron tras el 11 de septiembre de 2001 se aborda la reforma profunda de los aparatos de seguridad de Estados Unidos sostenida en el discurso construido en torno al terrorismo al estilo de Bush, de ahí el calificativo.

22 Se hace referencia a lo modelizante, como la condición de que un significado actué sobre otro matizando la significación de base.

23 Estados Unidos todavía carga en su imaginario el ser los “salvadores del mundo”, quienes no permitirán el ejercicio del eje del mal (terrorismo), y con dicho propósito incluso han criminalizado la migración, los movimientos sociales y ambientalistas

24 El nombre de la operación en Vietnam fue Phun Hoang.

25 Este programa se desplegó en 44 provincias de Vietnam del Sur.

Estado & comunes, revista de políticas y problemas públicos. N.° 9, vol. 2, julio-diciembre 2019, pp. 109-132.

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ISSN impreso: 1390-8081 - ISSN electrónico: 2477-9245